Tras la cirugía la mayor parte de los pacientes precisan medicación analgésica para aliviar el dolor. Lo habitual es utilizar morfina u otros derivados del opio. El problema que hasta ahora no se ha tenido en cuenta es que los derivados del opio disminuyen las funciones de inmunidad especialmente la actividad de los linfocitos NK, las citokinas y reducen la producción de macrófagos.
Tal vez esto sería una cuestión transitoria sin mayor importancia si no fuera porque se trata de pacientes que han sufrido un cáncer. Y, precisamente en estos casos, la inmunidad es lo último que debería funcionar mal ya que son las células relacionadas con la inmunidad las que pueden garantizar que las células cancerosas que hayan podido escapar a la cirugía sean eliminadas.
Por tal motivo considero necesario ser muy cuidadosos en esta fase de tratamiento analgésico. En vez de la morfina o cualquier otro derivado debería utilizarse como primera opción (salvo contraindicaciones) el tramadol.
El tramadol es un potente analgésico agonista de los receptores opiáceos pero con otras características que lo hacen especialmente interesante para los pacientes que han sido operados de un cáncer.
El tramadol no disminuye las funciones inmunitarias. Hay estudios que han demostrado que, incluso, hace todo lo contrario: estimula la actividad de los linfocitos NK en animales y en humanos. Por ejemplo, Gaspani et al (2002) demostraron que el tramadol bloqueaba el desarrollo de metástasis pulmonares inducidas por cirugía en ratas mientras que la morfina no tenía ese efecto.
Por otra parte, la morfina suma otros efectos muy negativos en pacientes con cáncer como, por ejemplo, la estimulación de la angiogénesis que es la vía por la que los tumores pueden crecer o la inhibición de la apoptosis o muerte celular programada de las células cancerosas (Gupta et al, 2002). Estos efectos negativos se producen a las dosis habituales.
En otro estudio (Maneckjee et al, 1990) la morfina mostró su capacidad para estimular el crecimiento del cáncer de mama inducido en animales. Curiosamente la naloxona (antagonista de la morfina) inhibía el crecimiento del tumor.
Estos y algunos otros estudios explican la mayor mortalidad de los pacientes con cáncer cuyo dolor se trata con morfina.
Basados en las evidencias mostradas de forma muy resumida en este artículo y que cualquier médico debería revisar a fondo deberíamos sugerir que los pacientes que han sido operados con la finalidad de extirpar un cáncer y mejorar sus posibilidades de supervivencia deberían evitar la morfina y derivados del opio como tratamiento para el dolor.
En su lugar y salvo contraindicaciones concretas debería utilizarse el tramadol para el tratamiento del dolor post-quirúrgico en pacientes con cáncer no terminal.