La amigdalina es una sustancia presente, en pequeñas proporciones, en muchas plantas muchas de las cuales son utilizadas corrientemente en la alimentación humana. De forma destacada está presente en las semillas de ciertas frutas como los albaricoques y las almendras amargas. En su fórmula química destaca una cantidad apreciable de cianuro que, como es sabido, es un potente tóxico.
La amigdalina, también denominada por algunos vitamina B17 fue propuesta en los años veinte por el doctor Ernest T. Krebs como un compuesto útil en el tratamiento del cáncer. Fue posteriormente su hijo, Ernest T. Krebs Jr. quien contribuyó a que fuese conocida mundialmente. Y con él se desató la polémica, avivada por la circunstancia de que este señor carecía de licencia médica.
Hasta la fecha existen numerosos detractores de la conntrovertida sustancia pero también no pocos partidarios. Si bien los organismos oficiales de los Estados Unidos han luchado fieramente por prohibir su utilización (la American Cancer Society y la FDA, el organismo para la alimentación y las drogas, entre otras) existen respetables asociaciones independientes que sostiene su utilidad y el derecho a que sea reconocida como alternativa válida. Por citar a algunas de estas últimas: la Sociedad para el Control del Cáncer, la Federación Nacional de Salud, la Asociación "Cáncer, víctimas anónimas", la Fundación Terapias Alternativas del Cáncer, el Comité para la Libertad de Elección de Terapias del Cáncer así como doctores y clínicas que la utilizan como parte de sus tratamientos.
Nuevamente estamos ante una sustancia de origen natural sin posibilidad de ser patentada y por la cual ninguna multinacional del medicamento se gastará parte de su presupuesto en investigarla seriamente.
A pesar de lo dicho, la amigdalina puede ser la sustancia natural sobre la que más estudios científicos se han hecho, muchos de los cuales aportan resultados realmente positivos. Hoy todavía se está muy lejos de haber llegado a un juicio unánime sobre ella y las voces que se oponen a su utilización argumentan, en franca oposición a otros estudios serios, su falta de eficacia terapéutica.
La amigdalina actúa de la siguiente manera: debido a una enzima (la beta-glucosidasa) presente en numerosas células cancerosas en una proporción muchísimo mayor que en las normales, la amgidalina se escinde en cuatro partes. Dos moléculas de glucosa, una de benzaldehido y otra de ácido cianhídrico (un derivado del cianuro. El benzahldehido es un analgésico, lo que puede explicar la disminución del dolor en los pacientes que utilizan este tratamiento. El ácido cianhídrico es muy tóxico para las células cancerosas aunque también para las no cancerosas. Pero estas últimas poseen una enzima (la rodanasa) capaz de neutralizar el tóxico convirtiéndolo en una sustancia inocua que es posteriormente eliminada. Las células cancerosas realizan muy deficientemente esta detoxificación y, por tanto, la amigdalina parece ser selectivamente mortal para ellas. Estaríamos teóricamente ante una quimioterapia muy selectiva.
Como inconveniente habría que tener presente que cada persona puede tener una capacidad de detoxificación del ácido cianhídrico diferente por lo que siempre se requerirá asesoramiento y seguimiento médico. También cada persona es más o menos sensible a los efectos destructivos que la radio o quimioterapia ejercen sobre los tejidos sanos.
Insisto en que existen numerosos estudios serios que demuestran la capacidad selectivamente tóxica sobre células cancerosas de la amigdalina, especialmente sobre tumores no demasiado grandes. Hay evidencias acerca de su capacidad para impedir las metástasis y se han registrado casos de regresiones totales en experimentos con animales. Por otra parte son ya muchos miles de personas las tratadas con amigdalina. Pero está claro que no se trata de una panacea aunque, como quimioterápico, presente un margen de seguridad notablemente alto en comparación con los que se vienen utilizando en las terapias oficialmente aceptadas.
Decía que la amigdalina está presente en muchos vegetales. Proporciones relativamente altas de esta sustancia se encuentran en las semillas del albaricoque, melocotón, manzana, pera, ciruela, almendras amargas y cerezas. ¿Será por esta razón que los hunzas (una etnia de Nepal que consume las semillas de los albaricoques) tienen la tasa de cáncer más baja del mundo? Las semillas de calabaza contienen cantidades más bajas de amigdalina y conviene tener presente que se utilizan tradicionalmente para prevenir y aliviar las temidas inflamaciones e hipertrofias de la próstata. Otros vegetales que la contienen en cantidades interesantes son las moras silvestres y la alfalfa germinada. Un alimento interesante este último el cual siempre he recomendado que esté muy presente en todos los hogares.
La amigdalina se utiliza en clínicas especializadas por vía intravenosa o intraarterial en el vaso que alimenta al tumor. También se administra por vía oral. En España, actualmente, la amigdalina (con la denominación de "Laetril") tiene permiso del Ministerio de Sanidad para ser vendido como "complemento dietético". Esto quiere decir que cualquiera puede adquirirla en centros de dietética que trabajen con los distribuidores que la comercializan. Las presentaciones que conozco ofrecen amigdalina en forma de comprimidos de 250 mg. y recomiendan no utilizar más de 500 mg. en una sola toma además de no exceder los dos gramos diarios (8 comprimidos de 250 mg.). Existe un "Manual médico de terapia con Vitamina B17" en inglés, de la McNaughton Foundation, publicado por Science Press International.
Personalmente no he utilizado la amigdalina directamente aunque he sugerido, en ocasiones, complementar el tratamiento general con la ingesta de diversas cantidades de semillas de albaricoque (las que se encuentran dentro del hueso) a pacientes de distintos paises que eran tratados por otors colegas. En la mayor parte de los casos me han remitido informes muy alentadores. En los casos terminales la amigdalina (proporcionada de esta manera) aliviaba muchísimo el dolor. En otros pocos casos la supervivencia ha sido significativamente más alta que la dictada por el pronóstico razonable. Desgraciadamente todos estos pacientes eran casos muy avanzados y también muy tratados por los medios convencionales, pudiéndose calificar de terminales.
Es posible utilizar las semillas de albaricoque o melocotón como preventivo, simplemente tomando ocasionalmente dos o tres de ellas. Como parte de un tratamiento se suele aconsejar comenzar con dos diarias e ir subiendo poco a poco hasta llegar a tomar diez o doce. Cada tres semanas se descansa una semana y se comienza de nuevo desde el principio. Ahora bien, no es posible saber por este medio la cantidad de amigdalina que se ingiere ni, previamente, la susceptibilidad del individuo. Es por ello que hay que tener muy presentes los síntomas precoces de intoxicación que son: cefalea (dolor de cabeza), dificultades respiratorias, mareos, nauseas, coloración azulada de los labios, debilidad o desarreglos de la presión arterial, en cualquier orden. Ante la menor sospecha debe suspenderse la ingesta de semillas inmediatamente.
En todo caso, la terapia con la amigdalina puede formar parte de un tratamiento integral como el que propongo en esta obra. Si desea utilizar la amigdalina en forma pura o a través de las semillas citadas, hágalo siempre bajo supervisión de un terapeuta o médico.
Si tiene dudas piense que la dieta que propongo, que incluye el uso de semillas germinadas, aportará pequeñas cantidades de amigdalina sin ningún riesgo. La amigdalina es una alternativa más sobre la que llamo la atención de los médicos que lean estas lineas instándoles a recabar toda la información objetiva posible.
RECUERDE SIEMPRE: TRATAR UN CÁNCER ES TRATAR A UN INDIVIDUO EN TODA SU NATURALEZA. Cuando se entiende esto y se aplican métodos coherentes encontraremos el camino para deshacer el nudo gordiano del problema. Esta es la propuesta de este libro. Empiece a darse cuenta de cuántas cosas obran a su favor.
ENLACES INTERESANTES:
- Artículo en Discovery Salud sobre la amigdalina.